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Fobia o miedo?

No es fácil distinguir, ante determinadas situaciones, si sentimos miedo o estamosfobia padeciendo algún tipo de fobia, especialmente si estas situaciones aparecen en nuestras vidas y las tenemos que afrontar con relativa frecuencia. Puede suceder que nos preguntemos, ¿soy una persona miedosa o sufro algún tipo de fobia?

En el caso de los niños, esta línea de separación es mucho más difusa, ya que existen ciertos miedos que son característicos de determinadas etapas del desarrollo evolutivo, y no siempre es fácil saber si se trata de esto, o si el niño tiene un trastorno de tipo fóbico. Suelen aparecer entre los 2 y los 6 años. Generalmente, después de esta edad comienzan a minimizarse. Muchos de estos miedos, como el miedo a las alturas, la oscuridad, los objetos extraños, los animales, la separación de los progenitores, etc., tienen una naturaleza evolutiva y adaptativa o de supervivencia de la especie ante determinados estímulos potencialmente peligrosos, de ahí que se consideren normales siempre y cuando no evolucionen y se mantengan dentro de los limites que ahora veremos.

El objetivo de este post va a ser, por tanto, aclarar y delimitar, en la medida de lo posible, las diferencias entre ambos conceptos.

Aunque la sensación subjetiva de miedo o fobia pueda vivirse como similar, psicológicamente son conceptos diferentes ya que, a diferencia de los miedos, las fobias:

  • se viven de forma más intensa y desproporcionada. Se podría decir que la respuesta de miedo es más acorde a un peligro real, mientras que la fobia es una respuesta reconocida por la persona como desproporcionada respecto al estímulo que la desencadena. Por ejemplo, en un vuelo normal en avión, una reacción de terror sería desproporcionada, mientras que la sensación de miedo al despegar se podría considerar «normal». En etapas infantiles esto tiene un matiz, y es que los niños no siempre reconocen que el miedo sea desproporcionado en caso de padecer una fobia.
  • son reacciones irracionales. Esto quiere decir que la explicación a la persona del carácter inocuo de la situación es irrelevante y no consigue calmarle. Por ejemplo, a una persona con fobia a los perros le resulta irrelevante que le expliques que se trata de un perro tranquilo y que no hace nada, con toda probabilidad su estado de alerta y ansiedad seguirán siendo altos.
  • las respuestas y reacciones de una fobia no pueden ser controladas por la persona.
  • la situación temida es evitada, la persona que padece una fobia huye literalmente de la situación o evita de forma anticipada exponerse a ella. Esta es una de las características principales de las fobias.
  • otra de las características esenciales a la hora de diagnosticar una fobia, es que cause un malestar personal y genere interferencia con la vida diaria. No es lo mismo que una persona con fobia a volar viaje en avión muy de vez en cuando, que alguien que por trabajo u otros motivos tenga que hacerlo a menudo.
  • en las fobias infantiles, el miedo no corresponde a la edad o estadio evolutivo del niño.

¿Qué factores predisponen a que un miedo evolucione hacia una fobia? Los diferentes estudios realizados al respecto muestran como por ejemplo, la tendencia a reaccionar con una elevada activación y retraimiento ante situaciones no familiares, los niveles elevados de ansiedad, la contribución genética o los patrones familiares de miedo y/o fobia, son factores que están relacionados o vinculados con la aparición de miedos clínicos o fobias.

Esto no significa que todas las personas que poseen dichos factores desarrollarán una fobia, pero si es bastante probable que en las personas con algún tipo de fobia se encuentren los factores mencionados.

¿Cómo hemos de actuar si sospechamos que estamos sobrepasando «los límites» entre miedo-fobia? Es importante ponerse en manos de un experto, pues las fobias tienden a cronificarse y no suelen remitir espontáneamente. Es frecuente incluso que aparezcan otras asociadas.

En el caso de los miedos típicos de la infancia, deberemos observarlos y tener en cuenta si corresponden o no a la edad o etapa evolutiva del niño, y que no lleguen a cumplir en ningún momento las características típicas de las fobias mencionadas más arriba. Nuestra actitud en cualquier caso, ha de ser tranquila y sosegada, relativizando el miedo pero nunca menospreciándolo. En ningún caso es recomendable someter a la persona a la situación temida de forma forzosa, mucho menos si se trata de un niño, pues podemos conseguir el efecto contrario al deseado. Aunque la terapia para superar fobias y miedos pasan por enfrentar la situación temida, ha de hacerse bajo la supervisión de un psicólogo y de forma controlada.