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Salud cardiovascular y factores psicológicos

Como cada año, inauguramos los talleres de la Asociación de pacientes anticoagulados y coronarios de Málaga con una charla sobre el papel que los factores psicológicos juegan en     cardiovascularla salud cardiovascular.

Éstos pueden funcionar tanto como factores de riesgo indirectos como consecuentes a un episodio cardiovascular.

El propósito de este taller no es otro que el de hacer conscientes a los asociados de la importancia de cuidar no sólo la salud física sino también la salud mental.

Un de los principales factores psicológicos a tener en cuenta es el estrés, sobre todo si se mantiene de forma prolongada, el cual hace que aumenten los niveles de presión sanguínea o de catecolaminas de forma más directa, o de forma más indirecta provoca un incremento del consumo de tabaco o un descuido de los hábitos alimenticios. Este riesgo se multiplica si ha existido un episodio previo.

Determinadas características de personalidad pueden funcionar como factores de riesgo, potenciando niveles de activación muy altos o modulando afrontamientos disfuncionales del estrés. Destaca especialmente el llamado Patrón de conducta tipo A, caracterizado por una orientación al logro y competitividad altas, implicación en múltiples tareas a la vez que exceden la disponibilidad de la persona, propensión a la aceleración en la realización de actividades, y un nivel de alerta física y mental elevado.

Los factores emocionales, tanto previos como derivados de un episodio cardiovascular, han de tenerse en cuenta, ya que la presencia de ansiedad y de sintomatología depresiva es muy frecuente después de un infarto de miocardio o un ictus. Es muy normal que la persona sienta temor sobre su futuro, sobre la posibilidad de que ocurra otro episodio, que aparezcan sentimientos de invalidez y culpabilidad, etc.

Por último, y no menos importante, están los hábitos de comportamiento, y no sólo los previos al episodio, sino sobre todo los posteriores. Aquí entra en juego el cuidado de la alimentación, el abandono del tabaco, el ejercicio físico, y en el caso de las personas anti coaguladas la instauración del control del nivel de coagulación de la sangre.

En este sentido, la introducción del autocontrol domiciliario mediante el coagulometro portátil, supone una minimización del impacto en los hábitos de vida: menor número de visitas al ambulatorio/hospital, mayor implicación y adherencia al tratamiento, mayor independencia, disminución de “accidentes”, etc.